El asesino de Joaquín tiene 13 años y lo golpeó 18 veces con un bloque de hormigón para matarlo
Así lo refleja el adelanto de la autopsia que pudo acceder Perfil.com. El chico de Laboulaye asesinado tiene traumatismo de cráneo y rostro. Quién lo mató dejó la escena sin borrar ninguna huella y se fue a la escuela.
Los datos que continúan apareciendo son atroces. Según información a la que pudo acceder PERFIL Joaquín Sperani muere producto de una agresión con saña pocas antes visto. El principal acusado es su mejor amigo. El motivo aún se desconoce.
La autopsia al cuerpo del chico de 14 años refleja que muere a consecuencia de un fuerte traumatismo cráneo encefálico y de rostro. Fueron 18 golpes con saña. Sin ningún signo de defensa. En la escena del crimen secuestraron un hierro y un pedazo de hormigón. Ambos con manchas de sangre.
L. es el principal acusado. Tiene 13 años. El Complejo Esperanza, el centro para menores de 18 años en conflicto con la ley penal ubicado en las afueras de la ciudad de Córdoba, será su nuevo destino. Es inimputable para la ley.
Fueron 18 golpes. Todos en la cabeza, todos ejecutados, aparentemente, con dos objetos contundentes: un caño de hierro cromado y un pedazo de hormigón con dos puntas de hierro.
En la historia de esta localidad no hay un hecho de semejante brutalidad.
Cómo fue el asesinato de Joaquín
La reconstrucción la llevan adelante los agentes de la división Homicidios y Protección de las Personas de la Policía de Córdoba. El hecho sobrepasó por completo a la fuerza local. Actúan bajo las directrices del juzgado de Control, Niñez, Adolescencia, Penal Juvenil, Violencia Familiar y de Género y Faltas de esa ciudad.
Laboulaye es una ciudad de poco más de 20 mil habitantes en donde los chicos aún eligen su bicis para movilizarse, principalmente para ir a la escuela. Joaquín llegó en bicicleta al colegio, pero no entró a clases. Junto a L. (13), su amigo de toda la vida, salieron caminando de la escuela, según se corroboró a partir de una cámara de seguridad vecina. La imagen refleja que los amigos estaban juntos y sonrientes.
En la misma filmación, los pesquisas observaron que minutos después L. regresaba solo al colegio. En el camino, se le cayó un teléfono celular, que levantó pronto y guardó en su pantalón. Esa tarde, el adolescente entró de nuevo en la escuela y se sentó en clases, como si nada lo perturbara.
Las pocas cámaras de la ciudad ayudaron a identificarlos rápidamente. L. era la última persona que aparecía junto al joven desaparecido en todo el cotejo que se había conseguido. Cuando los agentes lo encuentran fue evasivo con sus respuestas. Que el plan era irse de la escuela pero que él se arrepintió y quiso volver a clases. Sobre el celular extra aseguró que era de su papá. Su padre negó esa versión. Pero, en ese momento no fue un dato que llamó la atención de los policías.
Cuando pasaban las horas, el chico de 13 años fue interrogado nuevamente. Ahora dijo una segunda versión, reconoció que el teléfono era de Joaquín pero se lo había dado antes de escapar de la ciudad. Ahí instala la versión del bullying, algo negado por al maestra que también habló con Perfil.com. Aseguró que tanto él como Joaquín eran víctimas de continuas burlas y de otros maltratos por parte de sus compañeros, por lo que su amigo había conseguido una familia “sustituta”.
Los papás de Joaquín ratificaron que Joaquin era víctima de bullying, por lo que la búsqueda se salió de su eje original. Los policías de Laboulaye, con poca experiencia en caso como estos, en lugar de rastrillar desde la escuela en adelante, es decir desde el úlitmo lugar en donde se lo vio con vida (el “punto cero” de cualquier causa), empezaron a buscar a una supuesta familia “sustituta”.
Fue recién el domingo que llegaron desde Córdoba efectivos con experiencia y ante la falta de avances.
A primera hora de la mañana, un grupo de chicas junto a un hombre encontraron el cadáver de Joaquín en una vivienda abandonada de calle Sarmiento 480, a metros del colegio: el “punto cero”. Se trata de una casa a la que los alumnos suelen ir cuando faltan a clases o cuando quieren fumar a escondidas de los adultos, entre otras cuestiones.
L. fue convocado de nuevo. Esta vez, como principal sospechoso. Y ya no mintió más (o al menos ese se presume): confesó que el jueves habían ido juntos hasta allí, solos, y que fue entonces que comenzaron a discutir. Sin ninguna premeditación, tomó el caño y comenzó a golpearlo en la cabeza. Y luego, lo remató con el trozo de mampostería.
“Fue algo personal, no se trató de un robo”, sintetizó un investigador que hablo con radio Cadena 3.
JB CP